El somnifero por Emanuel Bibini

 

Yo vi un mundo distinto del que fue

o del que es: el que ustedes conocen.

Lo vi a las cuatro de la madrugada

cuando —difícil hora si las hay— 

los potentes, potentísimos somníferos

que consumo

ya no tanto por obligación

cuanto por costumbre

no ejecutaban en mí el efecto esperado

porque no me dormí

según mi indiscutible juicio.

 

Procederé a narrar mis

contundentes visiones:

Sancho Panza era el caballero andante

más célebre de todos los tiempos

a cuya grandeza no se le podía semejar Napoleón

ni tampoco Alejandro

y el Cid a la par suya era un enano.

No montaba el rucio

sino a Bucéfalo

pero Bucéfalo tenía alas

(y no era Clavileño, no me tomen

por tonto, yo vi bien).

 

Don Quijote era su escudero

gordo, glotón

y desamorado, además de cobarde.

Estaba lleno de odio y resentimiento. 

Se comentaba que había

andado con la sobrina

y que todos los libros de caballería

fueron quemados por él mismo.

Y —qué blasfemia casi indecible esta—

decía que Dulcinea era una prostituta

que no valía dos mangos

(en realidad dijo dos maravedíes).

Andaba montado en

(qué extraño, esto debe tener

algo que ver con

el cronista Cide Hamete que era árabe)

 Al-Buraq, pero Al Buraq no tenía

ni alas ni rostro humano

más bien parecía

una cebra con cara de hiena

según vi (Mahoma no apareció

en esta visión

aunque lo invoqué

para que me explicara ese desatino).

 

Rómulo fundaba Atenas

mientras Eneas

no era hijo de Afrodita y Anquises

sino de Tetis y Polifemo.

Y a pesar de salir con vida de Troya

perecía en la Roma

incendiada por Nerón

o en la Pompeya volcánica

(todo no me fue revelado).

Aquiles era lento, moreno y retraído

además de miedoso

y para nada iracundo.

Patroclo se había

hecho amigo de Héctor

—algunos decían que eran amantes

yo escuché esas voces—

y habían huido juntos

de las barbaridades

acontecidas en la guerra.

 

Vi también que Cortázar

escribía

un cuento que no terminaba

nunca

y Borges construía una obra de teatro

que era un plagio

de la Antígona de Sófocles

quien a su vez no había escrito

nunca nada.

Esquilo moría de viejo y no por

una tortuga que le aplastaba el cráneo.

Teseo fundaba Fenicia

y luego Cartago

(y esto lo narraba en la visión

Heráclito

que también afirmaba casi enojado

que es imposible

no bañarse

siempre en el mismo río).

Aníbal entonces

azote de Roma

era descendiente

directo de Teseo.

Según mi visión

el infame Asterión

hijo adoptivo de Minos y Pasífae

(pero al toro lo mandó Posidón)

no existía, nunca existió.

 

Ismael, hijo de Abraham

y Agar la egipcia

era el padre de la nación judía

estirpe que siempre vivió en paz

y nunca fue perseguida

e Isaac engendró a todos

los príncipes árabes

gente pacífica y tolerante

sobre todo con las mujeres.

 

Hitler anduvo un rato —yo lo escuché

fuerte y claro— 

predicando la paz mundial

y hasta se metió en huelga de hambre

para detener la

Guerra de Vietnam

y lo logró casi a costo

de su propia vida.

Lo más llamativo fue que su bigotito

estaba afeitado

quedaba mejor así, más ario.

 

El infame Gandhi

ese innominable monstruo

casi destruye el mundo

arrojando dos bombas nucleares

sobre la libertaria Londres.

Estados Unidos intervino

militarmente algunos países

para salvarles la democracia

la paz y la libertad, y lo logró.

 

Vi cuando algunos políticos nuestros

prometían cosas, y las cumplían.

El hambre era desterrada de nuestro suelo

arrancada de raíz

extirpada como un tumor

junto con los agroquímicos

que ya no enfermaban a nadie

porque se prohibían sin concesiones.

Los sojeros no protestaban

se alegraban de ser parte

de una productividad menos dañina

para la salud del pueblo.

 

Las tierras que por ley les corresponden

les eran devueltas

a los pueblos originarios.

El agua era potable

nítida, diáfana y pura

(repito que potable)

libre de todo vestigio arsenicoso.

Al rato me miré al espejo

para ver mi rostro, y era lindo.

Miré mi cuaderno de versos

y algunos hasta parecían bien escritos.

Luego, qué extraña anagnórisis

caí en la cuenta: me equivoqué de somnífero. 

 

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